En torno a la represión

Interesante reflexión de un amigo, EB, aportando un balance muy completo sobre la represión ejercida por la izquierda.

Con motivo de estas jornadas antirrepresivas en el pueblo okupado de Fraguas hoy 5 de abril de 2014, me parece pertinente aportar aquí mi reflexión particular sobre la represión ejercida por la izquierda.

En la raíz de la izquierda se encuentra el jacobinismo de la Revolución Francesa, revolución burguesa por excelencia. Uno de sus máximos exponentes dejará claro su carácter represivo. Saint-Just o también llamado “el Arcángel del Terror” dirá: “Es preciso gobernar con el hierro a quienes no se pueda gobernar con la justicia”.

Más tarde, y como gran representante de la izquierda, Lenin vendrá a decirnos: “Quien estorbe lo más mínimo en la lucha lo combatiremos sin compasión. Quién no está con nosotros, está contra nosotros”. También Bujarin, importante dirigente bolchevique, nos recordará: “La revolución no discute con sus enemigos, sino que los destruye”. Trotsky a su vez, será bien claro: “Por lo que respecta a nosotros nunca nos hemos preocupado de las charlatanerías de… los cuáqueros vegetarianos sobre el “carácter sagrado” de la vida humana. Nosotros… seguiremos siendo revolucionarios ahora en el poder… y esta tarea no puede ser realizada más que a base de hierro y sangre… Nosotros hemos aplastado a los socialrevolucionarios, y no queda nada de ellos. Este criterio nos basta”. Ya en 1906 Lenin pedirá “el exterminio del enemigo…”

Se encarcelará y asesinará a los mencheviques, los socialrevolucionarios, los anarcosindicalistas, a los marinos de Kronstadt que se levantaron en defensa de un soviet libre en 1921 y se ahogará en sangre la revolución campesina machnovista en Ucrania. Finalmente la represión se extenderá a los mismos miembros del Partido Bolchevique que no compartan la línea fijada por el Comité Central. La hora de los funcionarios sin escrúpulos ha llegado. Los valores proclamados por el comunismo tienen que ser impuestos por medio de agentes de policía y de piquetes de ejecución. Trotsky es quien lleva a las últimas consecuencias la terapéutica de la represión y en plena alucinación cesárea llegará a citar, como modelo para la revolución, al sargento prusiano y no se sonrojará al hacer un canto a la moral de rebaño. Los nombres cambian, los métodos del zarismo permanecen.

Alegando los peligros que rodean a la revolución, Trotsky justifica las medidas más implacables de represión y de terror, e introduce un régimen político de estructura feudal. Para que la nueva tiranía sea aún si cabe más repelente, Lenin y Trotsky reincorporan a sus puestos a la misma intelligentsia burguesa que había servido bajo el zar. Los especialistas, militares, intelectuales y técnicos útiles momentáneamente a la revolución no son ejecutados o perseguidos como por los rivales políticos de los bolcheviques, sino colocados de nuevo al frente de las fábricas, secretarías y regimientos. Los verdugos de ayer se convierten en los nuevos amos.[1] Igual que nuestra Transición.

Las purgas contra los anarcosindicalistas, disidentes, desviacionistas y elementos incómodos al creciente aparato bolchevique serán la semilla del estalinismo más férreo. Sobre Stalin y las características de su represión no profundizo porque son bien conocidas: militarización extrema, estatalización mortífera de la agricultura y la ganadería, industrialización brutal y destrucción medioambiental sin precedentes, poderosísima policía política, deportaciones de pueblos enteros, campos de exterminio como Vorkuta o Kolima, gulags por todo el imperio socialista, proliferación masiva de cárceles y de la práctica de la tortura, adoctrinamiento refinado, etc.

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[1] El marxismo. Heleno Saña